2 Mandamiento
Renunciar a la guerra
No hay peor agresión a la Madre Tierra y a sus hijos que la guerra. La guerra destruye la vida. Nada ni nadie puede excluirse de una guerra. Sufren los que pelean y los que se quedan sin pan por alimentar a la guerra. Sufre la tierra y la biodiversidad. Nunca más el medio ambiente volverá a ser el mismo después de una guerra.Renunciar a la guerra
Las guerras son el más grande despilfarro de vida y de recursos naturales. Nosotros los bolivianos sabemos lo que significa una guerra. En la Guerra del Pacífico, en el siglo XVIII, perdimos nuestra salida al mar. Fue una guerra promovida por las empresas inglesas asentadas en Chile que querían el control del guano, el salitre y el cobre. En la Guerra del Chaco, entre los años 1932 y 1936, Bolivia y Paraguay entregaron la vida de más de 90 mil combatientes. Fue una guerra causada por la ambición de dos grandes transnacionales petroleras: la Standard Oil y la Shell. Perdimos también el Acre boliviano porque era una zona rica en goma y caucho.
Esas son las razones históricas que nos han obligado a incluir un artículo en nuestro proyecto de nueva Constitución Política del Estado que expresamente dice:
“Bolivia es un Estado pacifista, que promueve la cultura de la paz y el derecho a la paz, así como la cooperación entre los pueblos de la región y del mundo, a fin de contribuir al conocimiento mutuo, al desarrollo equitativo y a la promoción de la interculturalidad, con pleno respeto a la soberanía de los estados. Bolivia rechaza toda guerra de agresión como instrumento de solución a los diferendos y conflictos entre estados…” (Art. 10).
Ahora, en pleno siglo XXI, las guerras son más sofisticadas, pero las razones que las promueven siguen siendo las mismas. Hoy, sin embargo, los pueblos del mundo contamos con la información que nos permite denunciar el despilfarro de los recursos destinados a la guerra.
La guerra de Irak y el Calentamiento Global
• El gasto total de los EE.UU. en la guerra de Iraq podría haber cubierto la totalidad del dinero necesario para cubrir todas las inversiones en energías renovables mundiales de aquí a 2030, para reducir la tendencia al calentamiento global.
• La guerra en Irak ha sido responsable de al menos 141 toneladas métricas de dióxido de CO2 equivalente desde marzo de 2003. Esta cantidad emitida de CO2 equivale a las emisiones de 25 millones de coches.
• Si las emisiones de la guerra se contasen como si fueran las de un país, este emitiría más CO2 anualmente que el que emiten al año 139 países.
• El candidato presidencial Barack Obama ha prometido invertir “150.000 millones de dólares en los próximos 10 años para la próxima generación en tecnología e infraestructuras de la energía verde“. Los EEUU gastan casi esa cantidad en 10 meses en Irak.
El presupuesto militar de todos los países del mundo supera los 1.100 billones de dólares al año . Estados Unidos es responsable de casi la mitad de este presupuesto; Japón, Gran Bretaña, Francia y China son responsables del 17 por ciento de ese presupuesto. Varios estudios muestran que con sólo 24 billones de dólares al año -el 2,6 por ciento del presupuesto destinado a la guerra- se podría reducir a la mitad la población que sufre hambre en el planeta. Otro dato: con sólo 12 billones de dólares -el 1,3 por ciento del presupuesto mundial para la guerra- se podría garantizar salud reproductiva a todas las mujeres del mundo.
En base a esas cifras, los pueblos del mundo tenemos derecho a preguntar: ¿cómo se puede entender que con una mano se recauden cientos de millones de dólares destinados a combatir el cambio climático y que, con la otra mano, se gasten miles de millones de dólares en los presupuestos de la muerte y la destrucción?
Hay una sola respuesta a esa pregunta: no hay capitalismo sin guerra, la guerra es una de las grandes industrias del capitalismo, la segunda industria más grande a nivel mundial.
Una vez más, no podemos caer en la trampa del engaño. Si queremos salvar al planeta tenemos que acabar con la industria de la muerte y la destrucción; tenemos que asumir la Cultura de la Paz y la Vida como guía para resolver los problemas y conflictos del mundo; tenemos que renunciar a la carrera armamentista e iniciar el desarme para garantizar la preservación de la vida del planeta.
Nosotros, los pueblos indígenas del planeta, debemos decirle al mundo que creemos que los millones y millones de dólares que hoy se destinan a la industria de la muerte deben destinarse a un gran fondo común para salvar al planeta, la humanidad y la vida.
*Información extraida del Documento: "Los 10 mandamientos para salvar el planeta, la humanidad y la vida".